miércoles, 14 de diciembre de 2011

Nada está dicho en el tiempo

Suprimida la República, aprobada la CPE masista, doblegada la independencia de la ex Corte Nacional Electoral, consolidada la estructura del Poder Judicial al servicio del caudillo  y conquistadas  todas las instancias del Estado, la realización de una cumbre que permitiera replantear el horizonte de poder mas allá del congreso, es casi una consecuencia natural en la consolidación totalitaria del Poder.
La cumbre social constituye el mecanismo mediante el cual los proyectos de dominación (práctica e ideológica) serán articulados en un  Plan de Gobierno producto de la participación de los “movimientos sociales” afines al MAS. Que la legitimidad de este procedimiento sea nula o abrumadoramente valida es absolutamente indiferente; aprobarán “la agenda” como una conquista de la sociedad civil y la mostraran al mundo entero como un producto de la pluralidad del régimen. La cumbre social  es de esta manera el momento en que el gobierno de Evo Morales Ayma cierra el ciclo de organización totalitaria del poder.
En la lógica del “nuevo Estado” el Congreso es un apéndice figurativo. Su función es generar las apariencias útiles al discurso de emisión que vende el gobierno fronteras afuera. Al interior de
l país es la estructura en gran medida ficticia de los “movimientos sociales” y las “cumbres” y conclaves en torno al caudillo y el partido (MAS) las que deciden el futuro, por esta particular conformación de la estructura política actual, la “Cumbre Social” es el punto de inflexión que da inicio al Estado Totalitario de corte fascista.

En la vorágine de este proceso, la oposición queda en una situación difícil; si asiste legitimaría un plan totalitario que sellaría su fin real y formal; si no asiste su ausencia facilitará en mucho la aprobación del proyecto total a lo que se suma el coro de bribones que desde las representaciones internacionales decidieron sellar la suerte de este país. (No es la primera vez, Hitler recibió el apoyo del Papa Pio XII) de manera que la consolidación de la “Agenda”  -con o sin consenso-  es ya un hecho; la suerte está echada, empero, la historia tiene  terribles vericuetos que grabaron a sangre y fuego la única Ley de la Historia: Nada está dicho en el tiempo.