sábado, 4 de noviembre de 2017

Halloween y el Colonialismo Interno



El viceministro de descolonización manifestó públicamente que la fiesta de Halloween es un rito satánico y que parte de los esfuerzos oficialistas por descolonizar la sociedad boliviana pasan por erradicar este tipo de festejos foráneos. El viceministro no debe conocer el sentido de la cultura universal y le debe resultar muy difícil imaginar un mundo diverso. Tampoco debe saber que los grandes imperios de la antigüedad y las grandes potencias de la modernidad deben su esplendor a la virtud de aceptar una densa gama de culturas, creencias y ritos venidos de afuera. Convivir con esos impulsos los hizo inmortales.
Para el viceministro el que un ciudadano boliviano encuentre agradable adoptar una tradición que no se inscribe en el ideario originario en que se basa el régimen termina siendo inefablemente un comportamiento colonial, una imposición ajena a la cultura de los que la realizan, empero, este tipo de imposiciones no se diferencia en nada si lo comparamos con en el fallido intento de imponer a una inmensa cantidad de bolivianos ritos originarios recientemente actualizados en los que esa ciudadanía no cree. La única diferencia conceptual es que el Halloween puede juzgarse como “colonialismo eurocéntrico” y cualquier otro de origen local como “colonialismo interno”.
A quienes nos agrada festejar Halloween o cualquier otra festividad que no sea propiamente originaria nos respalda la certeza de que vivimos un mundo moderno dominado por la transferencia y circulación de las culturas, y todos tenemos la capacidad suficiente para apropiarnos de aquellos que nos nutren y desechar los que nos agreden, perjudican, o simplemente no nos agradan, si a él no le convencen estas dinámicas de la sociedad moderna debiera al menos respetar nuestras preferencias; en eso radica la pluriculturalidad. Finalmente, en tanto sus criterios (como alta autoridad gubernamental) expresan lo que el Estado piensa sobre el particular, resulta oportuno hacerle notar que juicios como los que vertió lo transforman en un agente del colonialismo interno y una negación del sentido de la pluralidad cultural de la que tanto nos hablan.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

La Muerte de Eva y la Suiza de Evo

La muerte, se ha dicho, es el acto más democrático de la existencia humana, afecta a todos por igual más allá de las posiciones sociales, las cuotas de poder, la fortuna o la miseria. Es tan democrática que posee el indescriptible atributo de develar la condición humana con todas sus grandezas y miserias juntas, pero cuando se produce una muerte por inanición su condición democrática se torna subversiva.
Cuando los medios y las redes nos hicieron saber que una niña había muerto de hambre y que el resto de su familia iba camino al final de su existencia por la simple razón de no tener que llevarse a la boca, sentimos que los grandes discursos se desploman como un castillo de naipes, que las ambiciones de Poder no son más que un atributo de la insensibilidad humana, que todos los grandes proyectos y las inconmensurables ambiciones del hombre en un país empobrecido  finalmente se resumen a un silencioso grito de impotencia, que de nada sirven los bramidos  victoriosos para los que desde la humildad de sus vidas tienen que resignarse a morirse de hambre.
Nos hemos acostumbrado a pensar el país y nuestra existencia sumergidos en los grandes discursos, en las proyecciones fabulosos, en un maremágnum de indicadores imbatibles, en el pragmatismo de una arrolladora realidad que lo nubla todo, y hemos olvidado que detrás de estos acontecimientos se mueven los pequeños discursos de la gente común, aquellos gemidos como los del joven que no pudo financiar la sobrevivencia de la hermana y observa impotente la agonía de sus padres. Cuando la muerte nacida de las entrañas de la miseria, la inequidad, la injusticia y la indiferencia arrogante de la que hacemos gala ronda el perímetro de nuestros hogares, solo sentimos la estrepitosa caída de las ideologías, el final de una historia y el nacimiento de la furia.
Quizás todo este campo de batalla en que nos enfrentamos oficialistas y opositores, los de izquierda y los de derecha, los revolucionarios y los conservadores no sea más que un hábil subterfugio de la pequeñez humana incapaz de reconocer la realidad abrumadora que se expresa en una muerte inútil. Una expresión de la ignominia humana en el esplendor de su apogeo tecnológico y científico, en el cenit de su grandeza. Una falacia hecha discursos de Poder.
Si nos dejáramos de mentir y por un solo momento reconocemos las cosas como realmente están y como realmente son quizás Eva no hubiera muerto, probablemente hubiéramos reconocido ese riesgo inminente y no lo hubiéramos obviado, quizás, una cuota de honestidad para con el pueblo y nuestras propias conciencias evitarían este tipo de finales atroces.

La dramática imagen de un sepelio en el que el hermano mayor acompaña el cadáver de la hermana muerta de inanición en la soledad de su abandono no puede pasar desapercibida. No se trata de asumir una posición lastimera, se trata de asumir la contundencia de la miseria en un país que se ha dedicado a construir una imagen falseada de su realidad. En la Suiza de la que nos hablan no tendrían cabida estos dramas cotidianos. Como esa muerte no es neoliberal, ni pluri, ni de derecha o de izquierda lo único que cabe es reconocer que no somos Suiza y que la mitad de lo que se dice se desploma frente al cadáver de una niña que se murió de hambre.

Trump y Evo: Los Populismos en el Límite de la Modernidad Tardía





En nuestro medio, con cierta facilidad se tiende a identificar como regímenes populistas todos aquellos gobiernos que surgen  en países cuyos niveles de desarrollo muestran un retraso considerable frente a los países del primer mundo, esta imagen sin duda es un producto natural de las frustraciones históricas que nuestros pueblos sufrieron a lo largo de su historia y como una consecuencia natural del estado crónico de postración. Se considera que las clases dominantes y las potencias externas son los responsables y beneficiarios de este estado de cosas. Esta sin embargo no es la regla, populismos han surgido en países altamente desarrollados a pesar del bienestar general de su población y de altos estándares de vida, de ahí que para algunos estudiosos este fenómeno político señala los límites de la democracia representativa, lo que de alguna manera parece cierto en el caso de la actual administración en los Estados Unidos, y en otros, una reacción generada en las “periferias más turbulentas” de la democracia, lo que se ajusta mejor al caso de Evo Morales. En ambos sin embargo, se pretende reordenar los términos del discurso político, redefinir las relaciones políticas de las fuerzas involucradas y construir nuevas identidades. Trump en este sentido se instala en el campo político norteamericano como la negación más clara de las políticas del partido demócrata, Evo, como la negación más radical de las políticas democrático-liberales que acompañaron gran parte del siglo XX en Bolivia, ambos manifiestan un explícito desdén por las formas de la democracia formal de occidente.
Los populismos se dan cuando por diferentes razones, algunos sectores de la sociedad perciben que hay un déficit en la identidad cultural y social que los cobija. Desde esta perspectiva, Trump considera que el espíritu (entiéndase la identidad) de los Estados Unidos ha sido avasallada  por millones de migrantes externos y la fuga de sus mejores hombres a paraísos productores de bajo costo en mano de obra allende de sus fronteras. La deportación masiva y los muros de contención están pensados en el horizonte ideal del “american way of life” y este es en esencia, el mejor producto de la cultura americana en su época de gloria. El “estilo de vida americana” era en su momento, la mejor forma de vivir que había producido la modernidad. Evo Morales por su lado apela al sentido de raza que en su criterio determinó el curso histórico del Estado Nacional. Para él la mejor manera de vivir, el ser mismo de la identidad exitosa pasa por reconstituir la cultura originario-campesina como horizonte natural de la nación y el Estado. En ambos los mueve la idea de que reconstruir un Estado fuerte y poderoso, pasa por revalorizar sus propias identidades culturales. En este sentido,  el muro de Trump es a la identidad norteamericana, lo que la Etnización del Estado al Proceso de Cambio.
El dispositivo que permite esta reconstitución identitaria afinca en la necesidad de reinventar la sociedad y la política en estricta sujeción a los valores más profundos de su cultura, y en consecuencia, otro rasgo que comparten es un nacionalismo exacerbado que funciona como una coraza protectora frente a los enemigos tanto internos como externos. En el horizonte discursivo del populismo,  “los malos de afuera” (sentencia tantas veces repetido por Trump) y el “enemigo externo” (sentencia tantas veces repetida por Evo) dibujan el perfil del “otro”, categoría tan ambigua como excluyente en la que caben todos aquellos que no comparten sus idearios, y que incluye a todos los que aceptan sus postulados. Trump y Morales tienen en común la construcción de un “otro” que no acepta ningún punto de inflexión; “o estás conmigo o estás contra mi” es el enunciado que mejor describe el manejo ideológico y político del populismo, de ahí que éste se aproxima con tanta frecuencia a las  formas siempre difusas del fascismo clásico.
Otro elemento que caracteriza el populismo moderno está dado por las tensiones generadas en torno a los mecanismos de representación social. El discurso populista da por sentado que actúa en nombre de los no representados, y que en consecuencia, es una expresión de los invisibilizados por el Estado y vapuleados por el Poder. Para ambos dignatarios de Estado, su presencia garantiza un nivel de representación inédita en la medida en que –a su manera y bajo las peculiares condiciones de cada sociedad-  simbolizan “el retorno de lo reprimido”. Para el líder norteamericano significa restituir un sistema de representación que privilegia el sentido americano en el amplio concierto de su pluralidad social (USA es sin tapujos un país de migrantes desde su fundación). Se trata de un acto por definición conservador. Para el líder boliviano representa la victoria de un sistema de representación social, cultural y política que finalmente derrotó la estructura de representación colonial. Una sutil diferencia los separa; la representación populista comandada por Trump podría calificarse de “representación reprimida”, la de Evo Morales en cambio de “representación represora”, ambos, empero, intervienen las profundidades simbólicas y objetivas de la política.
Sin duda, las semejanzas y las diferencias entre ambos populismos van mucho más allá de lo que cabe en un artículo de prensa, empero, las semejanzas más que las diferencias impusieron de inmediato la necesidad teórica de replantearnos un debate sobre los fenómenos del Poder en la modernidad tardía y sus consecuencias en el curso inmediato de la historia.


¿Qué País Quieres Para tus Hijos?



Es evidente que el Movimiento al Socialismo en lo referido a las elecciones del próximo año no tiene un plan B, el único plan que mantiene y mantendrá a como dé lugar es la candidatura de Evo Morales y, eventualmente,  García Linera. No existe de momento ninguna otra opción que no sea el caudillo. Las razones pueden ser variadas pero la fundamental obedece a que la década de su gobierno no solo le resultó insuficiente para implementar un modelo Estatal originario, sino que además -un poco tarde- se ha dado cuenta que malgastó mucho de todo. Para el oficialismo, la imposibilidad de  pensar en otro candidato que no sea Evo empieza a transformarse en una camisa de fuerza que terminará minando las fuerzas masistas de forma irreversible. La eliminación de Evo como candidato desataría al interior de ese partido una hecatombe y eclosión de intereses particulares que ya hemos empezado a vislumbrar tímidamente.
Para la oposición, estructurar una candidatura unitaria capaz de competir con el oficialismo de forma eficiente significaría su única garantía de sobrevivencia, no lograrlo equivale a un suicidio voluntario y postergaría por mucho tiempo sus posibilidades históricas en la medida en que, quien logre unir las fuerzas políticas de oposición frente al oficialismo en estas próximas elecciones, habrá logrado su pase al futuro inmediato en condiciones excepcionales.
Mientras para el MAS Evo se ha transformado en la única carta que garantiza un mínimo de seguridad y avance al futuro, para la oposición su unidad y coherencia se han transformado en la única posibilidad de exitosa sobrevivencia política, empero, ambas fuerzas se juegan su futuro y esto es lo que hace de la coyuntura un momento de inflexión histórica  que solo acepta dos opciones: la consolidación de un régimen totalitario o la restitución de un sistema democrático, ambos son, figurativamente, químicamente incompatibles. No admiten puntos medios.
La interrogante que emerge frente a estas disyuntivas hace parte de la opción política de cada ciudadano, pero, curiosamente, no sugiere una interrogante política. La pregunta que debe responde cada boliviano es más bien existencial: ¿Qué país quieres para tus hijos?

El Estado Falaz



La Real Académica de la Lengua Española define el término “falaz” como todo aquello “que halaga y atrae con falsas esperanzas”. Se trata sin duda de una poderosa expresión idiomática destinada a develar los misterios de la palabra. Se dice por ejemplo que el argumento es falaz cuando está destinado a encubrir la verdad, o se dice que una persona es falaz cuando intenta generar falsas expectativas a sabiendas de que no se las va a cumplir, por esta vía podríamos decir que la política populista es en gran medida el arte de lo falaz.
El producto de todo argumento falaz se conoce como falacia, y en consecuencia una falacia se define como el “engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien” o como el “habito de emplear falsedades en daño ajeno”. Un argumento falaz es por ejemplo, aseverar que los Derechos de la Madre Tierra son más importantes que los Derechos Humanos y mientras se repite el argumento mañana tarde y noche se avasalla un territorio protegido, como el TIPNIS sin ir muy lejos. La falacia consiste en intentar instalar la esperanza de que se respetará la Madre Tierra cuando en realidad lo que se pretende es destruirla, o cuando se pregona respetar los Derechos Humanos cuando en realidad se los desprecia y desconoce cotidianamente. Puede suceder que los argumentos resulten tan dudosos que su efecto cognitivo sea insignificante, en esos casos la falacia se reduce a un acto de imaginación tan falaz como el objetivo del argumento. Decir por ejemplo que si la derecha ganara una elección los acólitos del gobierno van a ser degollados y entregados a los perros en calidad de comida es una falacia en estado decadente. Es posible que las falacias posean un carácter tan oscuro que frente a la imposibilidad de que la realidad y lo que se dice de ella muestre un mínimo de coherencia se recurra a un argumento tan falaz que linde con el delirio, como el que el vicepresidente formulo en Huarina: “si no lo llenan [el coliseo] grave, se lo va a llevar las graderías el presidente Evo”.
Las falacias pueden sin embargo producir efectos devastadores y alcanzar límites impensados. Bolivia tiene un ejemplo de antología: El senador del Movimiento al Socialismo (MAS) Jorge Choque Salomé se inventó un pueblo de la nada con el fin de beneficiarse con 950 mil bolivianos del Fondo Indígena. Lamentablemente lo hizo meses después de la muerte de Gabriel García Márquez quien sin duda lo habría incorporado en algún maravilloso cuento de realismo mágico en su versión macabra.
Todo acto falaz debe contener una fuerte dosis de subjetividad, apelar a los sentimientos más profundos es un atributo conocido cuando la política se reduce al engaño y a la mentira sistemática. Una paradigmática falacia de este tipo se produjo cuando el vicepresidente pedía a los padres y madres de la comunidad de Viliroco no abandonar al presidente: “papá, mamá –decía- no lo abandonen al presidente Evo, no lo dejes solo. No lo abandonen. El