viernes, 18 de enero de 2013

De Poderosos y Violadores


Tomas Mann, dos meses después de que Hitler se convirtiera en Canciller de Alemania, anotó en su diario personal que él había sido testigo (frente a la ascensión del nazismo) de una revoluciónnunca antes vista, una revolución “sin ideas...contraria a lo más noble, lo mejor, lo más decente, contraria a la libertad, a la verdad y a la justicia” Esa misma sensación experimenta una buena parte de la sociedad boliviana frente al gobierno del MAS. La esperanza de que el nuevo régimen encarnara una renovación capaz de borrar los grandes déficits de la democracia pactada ha quedado pulverizada, el gobierno del MAS ha superado con meritos todos los defectos de todos los estilos y modalidades democráticas a lo largo de la colonia y la republica, y lo único que deja es un amargo sabor a corrupción e inmoralidad que lo tiñe de principio a fin.

Cuando el MAS se hizo del poder todos los operadores políticos del régimen se empeñaron en mostrar el pasado inmediato (neoliberal) como la etapa más obscura de la historia republicana. Hasta se propuso reescribir la historia. No había un solo acto de los gobiernos liberales que no obedeciera a un designio diabólico, inmoral, corrupto y antipartria; el estereotipo se ha volcado en contra de ellos mucho antes de lo previsible, hoy es posible decir sin temor a equivocarse que la calidad moral y ética del gobierno ha superado –por lo malo- cualquier limite y a cualquier gobierno anterior.
No es que el gobierno no cuanta con gente idónea, seguramente hay muchísimos funcionarios que se ganan la vida honestamente trabajando para él, se trata de que el Estado se ha corrompido, ha perdido lo noción de los limites éticos, su borrachera ha concluido tumbado mujeres indefensas, violandolas y echándolas a la calle, una imagen que parece más propia de un film de Hitchcock que de una “Revolución Cultural”. La calidad moral de MÁS está en debate. No sirven ya los masivos mensajes televisivos y la impávida frialdad con sus operadores e ideólogos tergiversan los hechos, buscan justitificaciones de un nivel alucinante, o buscando la mano negra de la oposicion y la derecha. (Cómo imaginamos un agente de la derecha exitando los instintos sexuales de una ebria autoridad masista?) ya no sirve, no solo porque los curiosos argumentos resultan inútiles frente a la contundencia de los hechos, sino porque en la mayoría de los casos cada justificación linda en la estupidez y cae en el ridículo.