martes, 11 de junio de 2013

¿Dónde están las Democracias Latinoamericanas?

Diosdado Cabello miraba complacido la golpiza que terminó con el tabique de una representante de la oposición venezolana, previamente les habían vetado el derecho a tomar la palabra. Eran los diputados de oposición. La Hojilla, el programa favorito del extinto Chávez mostraba un nivel de agresividad y desataba un rosario de amenazas que atemorizaban al más valiente de los demócratas venezolanos, su personaje estrella termino renunciando después de conocida una cinta que delataba la injerencia cubana en el proceso chavista. Las amenazas y los procesos judiciales desarrollados bajo la estrategia de anular “democráticamente” al opositor son el pan de cada día, aun así, los días de la dictadura de Maduro están contados, es cuestión de tiempo, sin embargo, el tiempo político suele ser caprichoso, no obedece a las reglas de la física normal, de manera que la estrepitosa caída puede tomar meses o algunos años, entre tanto, el pueblo venezolano se debate entre la inflación, la escases, la violencia y el miedo, la pregunta es:  ¿donde están las democracias latinoamericanas?

Un silencio cómplice acompaña la dictadura venezolana. Ni la Carta Democrática Interamericana, ni los múltiples tratados suscritos pomposamente en defensa conjunta de la democracia en nuestros países, ni la aplicación de los tratados que aseguran el respeto a los Derechos Humanos parecen estar en la mente de las democracias latinoamericanas en vigencia. En el entorno, un coro de émulos fallidos hace albortos mediáticos a favor de la dictadura caraqueña.  Es posible que el estratégico poder petrolero venezolano haga de mordaza, pero tan valioso atributo puede fácilmente transformarse en un boomerang que termine cortando las cabezas de los discretos cómplices. Hoy la mordaza es el petróleo, mañana podrá ser la raza y pasado mañana la crisis financiera. El cómodo y hasta cierto punto traidor mutismo de Brasil, de Chile o cualquier otra nación democrática de la región más parece un juego pirotécnico que una estrategia diplomática, empero, se olvida miedosamente que con más frecuencia de lo que se cree, esta suerte de pirotecnia política termina quemando las praderas, y por regla general, sobre sus cenizas suelen levantarse los pueblos.