martes, 5 de marzo de 2013

El debate sobre la reelección

El debate sobre la reelección presidencial se ha desplazado justo donde no debía estar: en la esfera moral de la política. La oposición sostiene que el presidente le mintió al pueblo y el oficialismo dice lo contrario. Independientemente de quien tenga la razón el debate suma cero dado que, fuese o no cierta la acusación, el MAS impondrá la candidatura de Evo Morales y este ganará las elecciones con métodos legítimos o ilegítimos; dejar el Palacio Quemado no está en la lógica de Poder del MAS.  
En realidad se trata de un enfrentamiento verbal que lo único que pretende es exacerbar las contradicciones entre los partidos que conforman la endeble oposición, y evitar por esta vía la eventual conformación de una candidatura única que, aunque no ganará las elecciones, evitaría el rodillo de los dos tercios. El único producto que esta contienda puede producir no es electoral, tiene carácter simbólico al mostrarle al electorado que el presidente es un mentiroso y en consecuencia su calidad moral y ética está en duda. Lamentablemente, en política los juicios morales pocas veces muestran cierta eficiencia. La oposición se desgasta en una contienda cuyo resultado será electoralmente intrascendente, debería hacer todos los esfuerzos por lograr un Parlamento sin mayoría oficialista, cosa potencialmente posible si en vez de discutir quien es mas mentiroso se volcaran los esfuerzos en debatir cual es la estrategia adecuada para neutralizar las pretensiones arrolladoras del MAS. Un Congreso que impida una mayoría masista debiera ser el objetivo central de la contienda política actual, y aunque denunciar la naturaleza moral del régimen es simbólicamente importante, en los hechos solo rinde como recurso discursivo. Si la oposición no toca suelo, no solamente tendremos a Evo Morales un periodo más, sino, además, lo tendremos con una renovada arrolladora congresal. Si milagrosamente el Tribunal Supremo Electoral declara inconstitucional la reelección de Morales, en 24 horas sustituirán su presidente viabilizando un funcionario "leal", lo que pone el debate en fojas cero: el gobierno ganaría el escaso tiempo que le queda a la oposición, y esta se percataría que hizo el papel de monaguillo en un guion melodramático escrito por el oficialismo.