martes, 7 de agosto de 2012

Poder, Mística, Futuro

La crisis en el Municipio y la Gobernación cruceña tuvieron la virtud de desnudar la desarticulación del sistema político tradicional local. No se trata de una infinidad ininterminable de artificios legales, sino de la imposibilidad estructural de constituir un interlocutor suficientemente poderoso como para frenar la arremetida del Estado central. No están en crisis solamente las elites políticas y las estructuras sociales de soporte, está en crisis el sistema interno en su conjunto. Cuando se tocan estos temas la percepción ciudadana percibe que detrás de esto, se esconde la ausencia de una estructura de poder local capaz de enfrentar un Estado resuelto a doblegar la naturaleza autonómica de Santa Cruz, y cuando digo autonómica me refiero a la compleja articulación económica, social, cultural y política del departamento.
La tesis sociológica de mi colega Susana Seleme sobre el estado de anomia que sacude la sociedad cruceña no puede ser más cierta. Una ausencia de valores y estructuras que permitan vislumbrar un proyecto regional de la talla de las que se forjaron en la década pasada      –como resultado de un esfuerzo que cubre casi un siglo de estímulos y acciones  autonomistas-  explica en gran parte las enormes dificultades e impases que se suceden en casi todos los niveles de organización del Poder Local, de ello se desprende la ausencia cada vez mas dramática de un “discurso” regional que articule de forma adecuada la perspectiva histórica regional y la dinámica del Estado Plurinacional.  La impresión que uno tiene es sin duda que las elites cruceñas tienen  mucha dificultad en articular un proyecto de poder que exprese su propia dinámica, por momentos pareciera que la idea del “pueblo feliz” se impone a despecho de todos los indicadores, según los cuales de pueblo ya no tiene nada y de feliz cada vez menos. Acechados por el Poder Central, sitiados por una estructura ideológica notoriamente adversa a sus intereses, Santa Cruz está condenada a repensar su rol histórico y rearticular sus fuerzas sociales, políticas, culturales y económicas en los términos en que la coyuntura lo exige.
Ciertamente no se trata de un fenómeno nuevo, situaciones similares las vivió a lo largo de todo el proceso de construcción regional que, como se sabe, la transformó en el motor de la economía nacional y el interlocutor mas respetable del estado central, el problema radica en que en todas las situaciones previas se tenía un discurso coherente, con visión y horizonte histórico y la determinación de alcanzar sus objetivos. La “mística” que caracteriza el proceso cruceño al menos durante la mitad del siglo pasado fue el detonante de una visión conceptual y practica puesta a punto por su arrollador crecimiento económico y demográfico, dicho de otra manera; el progreso fue el producto de una lectura apropiada de la realidad y una vocación invencible de desarrollo. Hoy, en la vorágine que vive el país el discurso se hace difuso, impreciso, anómico y la “mística” se ha transferido a un nivel privado en el sentido gramsciano del término; como impulsos individuales. A pesar de todo, Santa Cruz es, a no dudar, el factor determinante del desarrollo histórico nacional y sus posibilidades reales están lejos de agotarse. No es posible pensar el curso de la historia venidera al margen de la posición que adopte el Departamento, y esto es sin duda una ventaja comparativa, empero, de poco serviría sin un proyecto de largo alcance que contenga las fuerzas productivas, culturales y políticas cruceñas; se impone como emergencia del momento que vive el país un esfuerzo regional por rediseñar sus estrategias, reformular su discurso histórico y articular su propio desarrollo al curso que toma la nación.