martes, 25 de febrero de 2014

Justicia, o el Síndrome Boomerang


El presidente Evo Morales declaró públicamente que la reforma al Poder Ejecutivo no dio los resultados que se esperaba, y que de nada sirvió poner profesionales de pollera y sombrero haciendo referencia a su composición étnica, la declaración muestra al menos tres elementos que debemos destacar: Primero que sus palabras constituyen una tácita aceptación del fracaso de la reforma llevada a cabo por el régimen, segundo, un hábil manejo del fracaso al transformarlo en una propuesta electoral, (recordemos que una buena oferta electoral es aquella que propone soluciones a demandas insatisfechas de alta sensibilidad social) y tercero, que la situación del Poder Judicial ha tocado fondo. Si bien es cierto que estos problemas tienen una vieja data, no es menos cierto que la situación presente no se había dado nunca antes. Funcionarios mediocres, corruptos y probos estuvieron desde la fundación de la Republica en los altos, medios y bajos niveles operativos de esta instancia del Estado, aún así, la situación actual excedió todos los límites, la interrogante es: ¿porque ahora y no antes?
Primero porque los funcionarios que puso el gobierno, no estaban ahí para administrar justicia, fueron operadores políticos encargados de coadyuvar el proceso de judicialización de la política a fin de encarcelar o neutralizar cualquier líder o “foco” opositor, y segundo, porque las leyes funcionan en los marcos de la institucionalidad democrática, que fue, sin duda, lo primero que arrasaron.
Todos los gobiernos desde hace muchísimo tiempo controlaron de formas encubiertas o abiertas operadores de justicia, lo que diferencia la situación actual es que esa perversa manipulación antes se daba en los marcos de la institucionalidad democrática que, a pesar de todo, imponía limites y puniciones, hoy, con una institucionalidad literalmente pulverizada, funcionan en el vacío y a expensas de instrucciones superiores. Lo grave es que la situación, más allá de cualquier oferta electoral, está condenada a replicarse porque todo intento serio de restituir la vigencia de la Ley terminaría desnudando el Poder Judicial y hay demasiadas cosas que no se deben ver. La Reforma impuesta de la forma más grosera, se ha transformado en un boomerang cuyo recorrido apunta peligrosamente a sus propios fusileros. Así es la historia, nunca se sabe dónde termina lo que mal comienza.

El Fin de un ciclo y la caída de Maduro

El curso que van tomando los acontecimientos en Venezuela deja ver con cierta claridad que el punto de resolución de la crisis comporta la salida de Maduro, y el inicio de un proceso de transición previsto ya por la mayoría de los analistas regionales. Las multitudinarias marchas que acompañaron a Leopoldo López y la escamoteada victoria de Capriles en las pasadas elecciones son un claro indicador de que las posibilidades de un chavismo sin Chávez son escasas.

Para algunos analistas la situación podría ingresar en un impase de largo alcance sustentado en el desgaste de las fuerzas de oposición, sin embargo, la historia de nuestras sociedades ha mostrado que este tipo de procesos contienen una fuerte dosis entrópica y que, una vez alcanzo un grado de certeza y un nivel consistente de participación ciudadana, el punto de no-retorno es inevitable. Las “Primaveras” modernas -como la de Egipto y otros países del medio Oriente- se sujetan a parámetros sociológicamente definidos y recurrentes; son emergencias juveniles que demandan libertad y respeto a los derechos y se posicionan en el concierto de una economía global capitalista sin abandonar los valores de equidad e identidad tan necesarios en nuestras sociedades, declaran así, la precariedad de los conceptos de “derecha” e “izquierda”, son ante todo, emergencias de la sociedad civil.

Es posible que la salida de Maduro tome aún un tiempo, pero el cierre de un ciclo que hasta no hace mucho se interpretaba como “modelo” alternativo, inevitable y de largo aliento ha colapsado. El socialismo Siglo XXI se difumina en una retorica cuyo efecto es aniquilado por el peso de una realidad abrumadora, en el caso Venezolano esta realidad se tradujo en inseguridad ciudadana, criminalidad, inflación, escasez y la ya conocidas violaciones a los derechos civiles, políticos y humanos que hacen parte de los enconos subjetivos de la revuelta juvenil.

Una vez más, el populismo latinoamericano ha fracasado, lo que queda por delante es una secuela de desequilibrios geopolíticos que arrastrarán a la Argentina primero, y eventualmente a regímenes como el nuestro y el ecuatoriano. En el debe y el haber habrá que hilar muy fino para alcanzar un balance que sea históricamente equilibrado y políticamente correcto.