El viceministro de
descolonización manifestó públicamente que la fiesta de Halloween es un rito
satánico y que parte de los esfuerzos oficialistas por descolonizar la sociedad
boliviana pasan por erradicar este tipo de festejos foráneos. El viceministro
no debe conocer el sentido de la cultura universal y le debe resultar muy difícil
imaginar un mundo diverso. Tampoco debe saber que los grandes imperios de la
antigüedad y las grandes potencias de la modernidad deben su esplendor a la
virtud de aceptar una densa gama de culturas, creencias y ritos venidos de
afuera. Convivir con esos impulsos los hizo inmortales.
Para el viceministro el que un
ciudadano boliviano encuentre agradable adoptar una tradición que no se
inscribe en el ideario originario en que se basa el régimen termina siendo
inefablemente un comportamiento colonial, una imposición ajena a la cultura de
los que la realizan, empero, este tipo de imposiciones no se diferencia en nada
si lo comparamos con en el fallido intento de imponer a una inmensa cantidad de
bolivianos ritos originarios recientemente actualizados en los que esa
ciudadanía no cree. La única diferencia conceptual es que el Halloween puede
juzgarse como “colonialismo eurocéntrico” y cualquier otro de origen local como
“colonialismo interno”.
A quienes nos agrada festejar
Halloween o cualquier otra festividad que no sea propiamente originaria nos respalda
la certeza de que vivimos un mundo moderno dominado por la transferencia y
circulación de las culturas, y todos tenemos la capacidad suficiente para
apropiarnos de aquellos que nos nutren y desechar los que nos agreden,
perjudican, o simplemente no nos agradan, si a él no le convencen estas
dinámicas de la sociedad moderna debiera al menos respetar nuestras
preferencias; en eso radica la pluriculturalidad. Finalmente, en tanto sus
criterios (como alta autoridad gubernamental) expresan lo que el Estado piensa
sobre el particular, resulta oportuno hacerle notar que juicios como los que
vertió lo transforman en un agente del colonialismo interno y una negación del sentido
de la pluralidad cultural de la que tanto nos hablan.
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