miércoles, 1 de noviembre de 2017

El Estado Falaz



La Real Académica de la Lengua Española define el término “falaz” como todo aquello “que halaga y atrae con falsas esperanzas”. Se trata sin duda de una poderosa expresión idiomática destinada a develar los misterios de la palabra. Se dice por ejemplo que el argumento es falaz cuando está destinado a encubrir la verdad, o se dice que una persona es falaz cuando intenta generar falsas expectativas a sabiendas de que no se las va a cumplir, por esta vía podríamos decir que la política populista es en gran medida el arte de lo falaz.
El producto de todo argumento falaz se conoce como falacia, y en consecuencia una falacia se define como el “engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien” o como el “habito de emplear falsedades en daño ajeno”. Un argumento falaz es por ejemplo, aseverar que los Derechos de la Madre Tierra son más importantes que los Derechos Humanos y mientras se repite el argumento mañana tarde y noche se avasalla un territorio protegido, como el TIPNIS sin ir muy lejos. La falacia consiste en intentar instalar la esperanza de que se respetará la Madre Tierra cuando en realidad lo que se pretende es destruirla, o cuando se pregona respetar los Derechos Humanos cuando en realidad se los desprecia y desconoce cotidianamente. Puede suceder que los argumentos resulten tan dudosos que su efecto cognitivo sea insignificante, en esos casos la falacia se reduce a un acto de imaginación tan falaz como el objetivo del argumento. Decir por ejemplo que si la derecha ganara una elección los acólitos del gobierno van a ser degollados y entregados a los perros en calidad de comida es una falacia en estado decadente. Es posible que las falacias posean un carácter tan oscuro que frente a la imposibilidad de que la realidad y lo que se dice de ella muestre un mínimo de coherencia se recurra a un argumento tan falaz que linde con el delirio, como el que el vicepresidente formulo en Huarina: “si no lo llenan [el coliseo] grave, se lo va a llevar las graderías el presidente Evo”.
Las falacias pueden sin embargo producir efectos devastadores y alcanzar límites impensados. Bolivia tiene un ejemplo de antología: El senador del Movimiento al Socialismo (MAS) Jorge Choque Salomé se inventó un pueblo de la nada con el fin de beneficiarse con 950 mil bolivianos del Fondo Indígena. Lamentablemente lo hizo meses después de la muerte de Gabriel García Márquez quien sin duda lo habría incorporado en algún maravilloso cuento de realismo mágico en su versión macabra.
Todo acto falaz debe contener una fuerte dosis de subjetividad, apelar a los sentimientos más profundos es un atributo conocido cuando la política se reduce al engaño y a la mentira sistemática. Una paradigmática falacia de este tipo se produjo cuando el vicepresidente pedía a los padres y madres de la comunidad de Viliroco no abandonar al presidente: “papá, mamá –decía- no lo abandonen al presidente Evo, no lo dejes solo. No lo abandonen. El

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