La Real Académica de la Lengua Española define el término
“falaz” como todo aquello “que halaga y atrae con falsas esperanzas”. Se trata
sin duda de una poderosa expresión idiomática destinada a develar los misterios
de la palabra. Se dice por ejemplo que el argumento es falaz cuando está
destinado a encubrir la verdad, o se dice que una persona es falaz cuando
intenta generar falsas expectativas a sabiendas de que no se las va a cumplir,
por esta vía podríamos decir que la política populista es en gran medida el
arte de lo falaz.
El producto de todo argumento falaz se conoce como falacia, y
en consecuencia una falacia se define como el “engaño, fraude o mentira con que
se intenta dañar a alguien” o como el “habito de emplear falsedades en daño
ajeno”. Un argumento falaz es por ejemplo, aseverar que los Derechos de la
Madre Tierra son más importantes que los Derechos Humanos y mientras se repite
el argumento mañana tarde y noche se avasalla un territorio protegido, como el
TIPNIS sin ir muy lejos. La falacia consiste en intentar instalar la esperanza
de que se respetará la Madre Tierra cuando en realidad lo que se pretende es
destruirla, o cuando se pregona respetar los Derechos Humanos cuando en
realidad se los desprecia y desconoce cotidianamente. Puede suceder que los
argumentos resulten tan dudosos que su efecto cognitivo sea insignificante, en
esos casos la falacia se reduce a un acto de imaginación tan falaz como el objetivo
del argumento. Decir por ejemplo que si la derecha ganara una elección los
acólitos del gobierno van a ser degollados y entregados a los perros en calidad
de comida es una falacia en estado decadente. Es posible que las falacias
posean un carácter tan oscuro que frente a la imposibilidad de que la realidad
y lo que se dice de ella muestre un mínimo de coherencia se recurra a un
argumento tan falaz que linde con el delirio, como el que el vicepresidente
formulo en Huarina: “si no lo llenan [el coliseo] grave, se lo va a llevar las
graderías el presidente Evo”.
Las falacias pueden sin embargo producir efectos devastadores
y alcanzar límites impensados. Bolivia tiene un ejemplo de antología: El
senador del Movimiento al Socialismo (MAS) Jorge Choque Salomé se inventó un
pueblo de la nada con el fin de beneficiarse con 950 mil bolivianos del Fondo
Indígena. Lamentablemente lo hizo meses después de la muerte de Gabriel García
Márquez quien sin duda lo habría incorporado en algún maravilloso cuento de
realismo mágico en su versión macabra.
Todo acto falaz debe contener una fuerte dosis de subjetividad, apelar a
los sentimientos más profundos es un atributo conocido cuando la política se
reduce al engaño y a la mentira sistemática. Una paradigmática falacia de este
tipo se produjo cuando el vicepresidente pedía a los padres y madres de la
comunidad de Viliroco no abandonar al presidente: “papá, mamá –decía- no lo
abandonen al presidente Evo, no lo dejes solo. No lo abandonen. El
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