jueves, 19 de julio de 2012

Señuelos de Tormenta

Al menos tres factores diseñan el perfil de la actual coyuntura: el surgimiento de un movimiento indígena interpelatorio que cuestiona la tendencia aymaro-centrista del Estado forjado por el gobierno del MAS, la emergencia de la clase media catalizada por el movimiento del sector médico y los universitarios y la crisis de la institucionalidad democrática en el área más vulnerable del Estado; la policía.

Si asumimos como evidente que la capacidad interpelatoria de los indígenas de Tierras Bajas pone en el tapete la legitimidad del gobierno en cuanto a su naturaleza “originaria”, tendríamos que concluir que se ha iniciado una crisis hegemónica en la medida en que el gobierno de Evo Morales no es ya, al menos para ese sector indígena, “la dirección intelectual y moral” del proyecto Estatal, tampoco lo es  para las clases medias, y como van las cosas, los obreros y sectores campesinos empiezan a reconocer que el proyecto estatal no encarna sus propias visiones. La clase media sacudida ante el efecto simbólico que tuvo sobre ella la triunfal llegada de la VIII Marcha, encontró en la huelga del sector médico un mecanismo de articulación efectivo. La progresiva pérdida de legitimidad y la emergencia de nuevos actores, tanto propios como extraños a la matriz indígena, forman sin duda en escenario de crisis hegemónica con aristas peligrosos en el corto plazo, sobre todo por la proximidad de un periodo electoral intenso.

Finalmente, el arbitrario nombramiento de un coronel por encima de cualquier criterio jurídico e institucional en la Policía Boliviana, trasluce la previsible acentuación de las contradicciones al interior de la estructura de Poder del actual régimen. El panorama no es nada alentador. El gobierno no ha logrado un nivel hegemónico que le facilite el manejo y en su caso la manipulación de la sociedad civil, y lo que en este campo logró, lo está perdiendo. Sumido en una estrategia de enfrentamientos al mejor estilo del marxismo ortodoxo, lo único que ha logrado es una pérdida progresiva  y penosa de la hegemonía política y cultural con la que llego al Poder. Hoy, impedido de redimir la colectividad indígena por su pertinaz oposición a los pueblos de Tierras Bajas, enfrentado a  las clases medias y sus instituciones profesionales, cercado por las propias contradicciones que engendra el Poder ·”en sus entrañas” -como diría Hegel- y con una institucionalidad democrática hecha añicos, pareciera que la historia que tan promisoriamente se le acercó hace 6 años atrás empieza a darle la espalda. El poder es caprichoso y traicionero cuando se sube muy arriba en la cabeza, y todo indica que algo de eso está pasando, también, eventualmente, suele desencadenar temores y paranoias que terminan engendrando demonios imaginarios, demostraciones innecesarias de fuerza, miedo, represión y tiranía. Ha de tener muy fría la cabeza don Evo Morales para no llevar sus frustraciones a un nivel en el que solo vea fantasmas, y en eso, el rol de los círculos palaciegos y los entuertos del Poder suelen ser muy peligrosos.

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