martes, 27 de septiembre de 2011

De Poderosos y Mentirosos

El Fiscal General de la Republica, en medio de la timidez que lo persigue cuando tiene que hablarle al gobierno, desmintió  al ministro Llorenti,  le dijo lacónicamente que él no emitió ninguna orden fiscal que legitimara la masacre, lo mismo le dijo a su ex jefe el  Viceministro de Régimen Interior Farfán . La Directora de migración Quiroga les dijo que ella no aceptaba semejante masacre y la ministra de defensa les dio un rotundo “Así no”. La democracia masista resultó una mentira. El presidente declaro en una conferencia de prensa  que no sabía quién ordenó proceder con el “desalojo” y que una comisión “del más alto nivel” investigará el trágico suceso; no sirvió de nada, los renunciantes desmienten a los mentirosos y los indígenas le dicen al presidente que no le creen ni lo que respira, y no es que el régimen se está cayendo, solo esta intoxicado y es  presa de propia medicina: la mentira.
Ciertamente, si este gobierno cae no va a ser por mentiroso, será por haber traicionado a sus iguales y por haberse hecho la banal ilusión de que la borrachera le iba durar la vida entera, pero en medio de todo, si el súbito deterioro le viene por masacrar indefensos y tratar de justificar el crimen con un discurso que linda en el absurdo, este “principio del fin” los sorprende por que es imposible tapar el sol con un dedo; si a eso le sumamos la imposibilidad de creer seriamente en un Ex Defensor del Pueblo que jubiloso pisoteaba los derechos que otrora juro defender,  la ecuación se resuelve de manera defectuosa: de mintrosos pasaron a cínicos.
Se ha dicho ya hace mucho que el rumor era el arma más poderoso para bajar presidentes, ya lo utilizaron los griegos y perdura hasta nuestros días, sin embargo,  más poderosos han resultado el cinismo y la mentira, probablemente porque deja la desagradable sensación de que el mentiroso cree a pie y juntillas que su interlocutor es un imbécil, este extraño principio de la subjetividad humana parece haberse activa a propósito de las renuncias y el discurso presidencial. Semejante constatación aconseja no armar un sistema de rumores cotidianos cuando se trata de desgastar un régimen (independientemente de su fuerza o su brutalidad como paso frente a la dictadura de García Mesa) simplemente hay que rogar que todas los regímenes despóticos  incorporen  varias decenas de cínicos y mentirosos en su estaff principal; un buen mentiroso como portavoz, otro en el ministerio de comunicaciones, otro en el Ministerio del Interior, uno menos experto en Finanza, otro de la misma talla en Cancillería etc. y el final progresivo del régimen es absoluta y semióticamente predecible. A este gobierno no lo va bajar la embajada americana, ni la derecha neoliberal, ni la izquierda caduca, ni los indígenas de arco y flecha, lo va a derrocar la excesiva ingesta de su propio veneno: la mentira.

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