Un cabildo ciudadano
La apreciación meramente numérica, empero, no da cuenta de la magnitud del
fenómeno. Primero porque la asistencia fue voluntaria y en consecuencia denota
una conciencia democrática orientada a defender sus intereses como sociedad, y
segundo, porque lo que entendemos por “conciencia democrática” nos señala una
asimilación a los parámetros de la modernidad que distinguen la sociedad
cruceña. En otras palabras, solo cuando los miembros de una sociedad asimilaron
su condición de ciudadanos libres, es cuando la modernidad ha transformado a
los actores y los constituye en agentes de cambio. Eso, sin duda, contrasta de
manera frontal con la visión pachamamista (casi mítica) que subyace las
visiones de Poder del MAS. Lo que el cabildo mostró, más allá de los números,
es un nivel de ciudadanía propia de la modernidad de occidente.
¿Qué significa una ciudadanía moderna en el contexto histórico nacional? En
primer término, la certeza de que el Poder instituido debe someterse a la
voluntad del pueblo no solo de manera discursiva (hoy sobran los grandes
discursos) sino de una manera real, transparente, eficiente y objetiva, y en
segunda instancia, que por muy poderoso que se crea el caudillo jamás podrá
vencer la voluntad ciudadana.
Hace dos décadas atrás para que un partido, una institución o cualquier
organización civil pudiera generar una respuesta como la que vimos en el
cabildo, se requería que el andamiaje ideológico sea capaz de seducir la
voluntad ciudadana al punto de generar comportamientos reales, fidelidad a los
dogmas, obediencia a los instructivos, absoluta sumisión a los preceptos
ideológicos. Así funcionaba el marxismo, el nacionalismo y el liberalismo desde
el siglo XIX y a lo largo del siglo XX. Hoy las cosas han cambiado, los
ciudadanos no necesitan credos ideológicos, no requieren de “aparatos” capaces
de generar consignas, no necesitan caudillos, tienen cierta aversión a los
liderazgos prefabricados y detestan las ideologías que funcionan como una
coraza de fuerza que aprisiona el pensamiento crítico y que secuestra el
pensamiento libre, les basta su propia libertad.
No solamente es que los ciudadanos acuden a una protesta porque requieren
parámetros actualizados para la distribución de recursos económicos, de curules
y de presencia en las instancias gubernamentales, es mucho más que eso, es la
constatación empírica de que la dinámica de su accionar y su presencia en el
devenir histórico funciona en dimensiones en las que las clases sociales
(burguesía, proletariado, pequeña burguesía) que constituyeron el núcleo de las
interpretaciones y las estrategias pasadas ya no funcionan para comprender los
tiempos actuales. Hoy en día las clases, las ideologías, los partidos
enchapados en el siglo XX son piezas obsoletas que no logran comprender cómo
más de un millón de ciudadanos protestan sin más consigna que la conciencia
clara de que tienen derechos inalienables e innegociables.
El problema del MAS es que no ha comprendido que la historia avanza y nunca
retrocede, que los tiempos han cambiado incluso por efecto de la “década de
oro” en que el dinero llegaba a borbotones, que vivimos una sociedad ciudadana
más allá de las razas y las etnias y los mitos y ese afán desmedido por negar
la historia nacional que, finalmente los está enterrando, y que no hay nada más
poderoso que la conciencia ciudadana. El cabildo fue eso, la emergencia
pragmática de una conciencia propia de la modernidad que, independientemente de
su objetivo estratégico (el censo) es la más clara evidencia de que quien
quiere gobernar este país debe pensarlo diferente, debe alinearlo en el siglo
XXI, debe asimilar las pulsiones de la postmodernidad y el post-capitalismo, en
suma, debe ser un ciudadano libre en plenitud.
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